La dimensión del espejo
jueves, 20 de abril de 2023
Las cartas de Naima - VI
miércoles, 7 de septiembre de 2022
Las Cartas de Naima - V
sábado, 10 de octubre de 2020
Viejos desconocidos
“Han pasado ocho largos años desde que dejé el colegio.
Recuerdo el último año, mientras yo esperaba entrar a la universidad, tú
estabas a medias con el curso, a pesar de haber comenzado el colegio juntos,
terminé por salir un año antes que tú. Los recuerdos aún estaban intactos.
Tres años después, la vida nos cruzó en un parque
cerca de nuestras casas, estabas en tu deporte menos favorito, el fútbol nunca
fue lo tuyo, y aun así practicabas arduamente cada tarde. Me senté a observar
el cielo, esperando que te sentaras a mi lado, eso nunca pasó.
Un año después, te encontré en el supermercado, con tu
camisa de botones negra y una blanca en su interior, mangas recogidas y pantalones azules. Siempre tuviste una forma peculiar de vestirte, a veces tan común y otras
no tanto. Te gustaban las corbatas pero solo las utilizabas en la iglesia, tan
fiel a una creencia que no tenía base, nunca discutí contigo sobre religión,
pero sí sobre ciencia, política y economía. Eras tan severo con tus principios
que acabaste rompiendo cada uno de ellos. Te aprendí a conocer tan bien, que
incluso logré distinguir tu sarcasmo tan penetrado en tu actitud y cuando eras
al natural, tan real y sensible. Te conocí en tu fragilidad y en tu fuerza,
nadie te había puesto más atención que yo. No hablamos demasiado, quince
minutos bastaron para ponernos al día, intercambiando números, no volví a verte
en un buen tiempo.
Fielmente esperaba tu fecha de cumpleaños, cada
siete de junio enviaba un mensaje de felicitación, año tras año, no obtenía
respuesta alguna, aunque al final eso nunca me importó. Los días de colegio se
mantuvieron un buen tiempo dentro de mi mente, hasta que al final las guardé en
mis memorias, en aquel rincón donde dejo todo lo que alguna vez valió la pena.
No tengo ninguna carta tuya, nunca escribiste para mí, mucho menos fotografías,
la única que tuvimos se perdió en un festival del día de la independencia. Con
el pasar del tiempo, dejé de enviarte felicitaciones.
Te encontraba en algunos de mis viajes a casa, me mirabas con cautela y en silencio, cinco segundos después tu mirada cambiaba de dirección, ya no reconocías a tu vieja amiga, tu antigua confidente. Te volviste más distante y el tiempo nos hizo cortar comunicación. ¿Habré hecho algo malo?
Los años volvieron a pasar y se volvieron cuatro… Nos encontramos en un centro comercial, nuestras miradas se cruzaron y nos logramos identificar, parece que tomaste el valor de darme unas palabras, pues fue la conversación más larga de todos estos años, treinta y cuatro minutos exactos y relatamos nuestra vida completa. No cambiaste nada, seguías siendo el joven colegial que conocí a mis catorce años, el mismo corte y forma de vestir. Tus grandes ojos negros aún tenían esa energía, y aunque dijiste estar agotado, te vi con la misma aura de aquellos años. Nuestras vidas cambiaron como era de esperarse. Sentaste cabeza y eres un padre de familia, tienes al hijo que siempre quisiste, recuerdo que anhelabas ser un padre, de esos que nunca abandonarían a un hijo como lo hizo el tuyo. Volvimos a cambiar números, y nuevamente no he vuelto a saber nada de ti… la costumbre del destino de perder a dos viejos desconocidos en la rueda de la fortuna llamada vida”
lunes, 5 de octubre de 2020
Las Cartas de Naima - IV
“Los meses han pasado y no he
vuelto a recibir una carta tuya, ni una flor, ni una esperanza de tu regreso.
Hace ya muchas noches que dejaste de visitarme, de acompañarme con tu calidez y
una buena taza de café, entre cuentos de buenas noches y reflexiones de las dos
de la mañana ¿Qué ha sido de ti?
La librera tiene espacios vacíos,
faltan tus historias de guerras, religión y política, tan bien que se te daba
el debate y el diálogo de tales temas. El polvo decora la soledad de los
estantes y mis libros se sienten olvidados ¿Dónde estás?
La luna pregunta tu paradero, se me acaban las excusas. Cada noche deslumbra
de gala con las estrellas para darte una sorpresa, se decepcionan cuando
encuentran tu ausencia a la cita ya predispuesta. A mi me hacen a un lado,
dicen que no te cuidé muy bien, que te dejé en el olvido y por eso te has
marchado ¿Qué saben ellas de lo que he hecho por ti?
He encontrado tus fotografías y
aunque no sean muchas, están guardadas en un cajón de madera, tu imagen se ha
ido borrando poco a poco, tu firma al reverso y la fecha se están
desvaneciendo. No está quedando registro ni de tu rostro. Tus cartas pierden su
tinta, las letras se están muriendo, sienten la falta de su creador. Ya no
tiene sentido leerlas, me carcome el corazón, y entran ganas de vomitar. ¿Por
qué no estás?
Hace varias semanas dejé de
buscarte, asumí mi perdida y he estado sumida en la soledad de mi habitación.
En la penumbra de la noche, camino por los corredores tratando de encontrarte
en alguna habitación de esta gran casa, quizá juegas a las escondidas y quieres
asustarme, te gustan las bromas pesadas y sabes que aunque llore de un susto,
puedo soportar cualquier cosa. ¿Por qué ya no juegas conmigo?
He visitado tu vieja casa, ha
estado sola por mucho tiempo, riego las plantas y ordeno el correo; hace varias
semanas se han llevado a tu perro, el pobre te esperó por mucho tiempo que la
falta de alimentación y agua lo estaban matando, perdóname por no cuidarlo por
ti, pero antes de tomarlo a mi cuidado, alguien más lo había hecho. Tu habitación
está tan fría como siempre, con tu perfume intacto y tus viejos escritos a un
lado del escritorio. ¿Volverás?
Las mañanas de octubre susurran
tu nombre a través del viento y la oscuridad busca tu silueta por cada
callejón. Cada día salgo en busca de alimento a mi esperanza, pero recuerdo que
no volverás, que tu recuerdo se está yendo, y que tu alma se despide con un
beso en cada sueño… Duermes eternamente en aquella caja de madera que hice
especialmente para ti, enterrado en un viejo parque al que nadie visita."
martes, 15 de septiembre de 2020
Las cartas de Naima – III
“Entre viejas cartas mis recuerdos
estaba guardando. Te busqué en mi pasado y vagamente tu apellido he recordado,
tu rostro se hace borroso, pero aún en mis sueños puedo reconocer tu silueta.
¿Dónde estás, y por qué te estoy olvidando? ¿Será que la soledad está
consumiendo lo único que quiero recordar?... Es cierto, hace mucho que te
marchaste.
Hace unas semanas en mis sueños te ví
corriendo, sabía que me buscabas y en pequeños espacios te detenías a observar
el panorama, al no encontrar nada y seguiste tu camino. Bajo la luz de un faro,
mi figura te estaba esperando, sin poder mover mi cuerpo, tu nombre estuve
gritando. Te perdiste en la oscuridad y el ruido de tus pasos se fue
desvaneciendo.
Poco a poco esos sueños fueron
cambiando, sin embargo, tu presencia sigue aquí, el olor a tu perfume está
impregnado en mi habitación. Las flores que alguna vez me obsequiaste están en
un libro, secas y sin perder su aroma. Tengo cada regalo, hasta unas hojas del
parque en donde solíamos caminar por las tardes. Que buena época tuvimos
juntos.
Encontré a tu viejo amor de primavera,
está muy cambiada, tiene el cabello largo y teñido de color miel. Esos ojos que
adorabas aún tienen su encanto. Al parecer no tiene a nadie, creo que tampoco
logra olvidarte. También ella te ha escrito y tuve el cinismo de leer las
letras que ella con tanto cariño escribió para ti. Es una aficionada, no tiene
la delicadeza para trazarte en el arte de la escritura, no se detiene a leer lo
que sus manos y el poco potencial de escribir han hecho; lanza sus ideas y se trasforma
en un cliché. Sé que no te gusta que sea muy crítica con ella, pero ¿Qué
esperabas? Me pidió una opinión, fui tan sensata que rompí sus cartas. Quiere
ir a buscarte, iba por el camino equivocado, le di una pequeña ayuda para que
veas todo el amor que aún te tengo que dejo que ella se encuentre contigo.
El guardia del cementerio me aseguró
que ambos cuerpos pueden estar juntos, llevé unas flores para adornar el
momento. Tienen tanto en común, que al igual que tú, Adeline también me dedicó
su último suspiro.”
viernes, 4 de septiembre de 2020
“Mutatio”
Hace un tiempo que no escribo sobre mí. Sobre los últimos acontecimientos que me han llevado hacia la libertad. Sobre aquellos sensaciones inexplicables de paz y tranquilidad.
Hace unas
semanas que abandoné mi vieja rutina para comenzar una nueva, y esta vez ya no
estoy sola. Mis padres teniendo meses sin hablar entre ellos, aún con la
noticia no se dirigieron la palabra. Mi papá con toda la serenidad que le
envestía, su mirada de profunda tristeza lo delataba, pues una de sus hijas se
marchaba; Mi madre en absoluta negación, creyó que solo era una formalidad, que
tomaría su tiempo para accionar. Su razonamiento equivoco la llevó a un colapso
emocional, pues su mano derecha, su pájaro enjaulado se iba a liberar… y así
fue, en poco tiempo me desplacé de lugar.
Los días
han avanzado y el olor a café por las mañanas se ha hecho presente y aunque no
beba ni un sorbo, sirvo el café en una taza blanca todos los días alrededor de
las 6:30 y 7:00 de la mañana; excepto los domingos, esos días dejamos caer
nuestros cuerpos con profundo descanso de una semana llena de tareas, trabajo y
quehaceres. Tomando un desayuno a las 12:00 del mediodía.
Cambié de
casa pero no de hogar, mi hogar siempre ha estado en él. Tener un compañero de
vida es completamente nuevo, un verdadero cambio. Pasar de despertar sola en la
frialdad de mi cama a despertar en unos brazos cálidos que durante la madrugada
se aferran a mi cuerpo como protegiéndome de algo, y ¿saben? Es algo realmente
tierno.
La rutina
ya no era de una persona, se ha vuelto de dos. Ya no desayuno sola, los
almuerzos se han vuelto más pasables y ya puedo cenar con tranquilidad. Nuestra
hija canina es más juguetona y aunque no la deje subirse a la cama, siempre
llega a despertarme por las mañanas.
Durante
sus días más cansados, cae dormido en poco tiempo y me agrada observarle, saber
que a mi lado puede recuperar un poquito
de energía. Se mira tranquilo, y muy dulce cuando duerme. En algunas ocasiones
ha perdido la noción del tiempo creyendo que es el día siguiente, o durante la
madrugada se levanta pensando que ya es tarde; su vida es muy pesada y aunque
tenga sus ocupaciones ahí estoy a su lado, tratando de comprender cómo logra
manejar tantas cosas a la vez. Francamente le admiro mucho.
A veces
soy demasiado intensa con mis emociones, a veces muy sensible y otras veces
demasiado enérgica; teniendo mis episodios de crisis, y aún con todo su
cansancio, se sienta a mi lado para abrazarme. Nos quedamos en silencio o conversamos
sobre todo y nada, siempre dice que la base de una buena relación es la
comunicación, y tiene mucha razón.
Estamos a
pocas semanas de cumplir cinco años, y aunque se complicó el año pasado, aquí
estamos, saliendo a flote porque cada uno sabe que esto vale la pena. Estando
bajo un mismo techo no será sencillo darle sorpresas como antes, pero alguna
cosa se me podrá ocurrir. Él es alguien que merece toda la felicidad, merece
ser tan feliz tal y como yo lo soy a su lado. Sintiéndome completa, ya no somos
dos, somos uno solo.
Dejé de
hablar sola.
“Quiero que seas lo primero que vea en las
mañanas y lo último que mire cada noche” – Víctor Ventura.
miércoles, 19 de agosto de 2020
Las cartas de Naima - II
“Dicen que las pesadillas son la
muestra de nuestros temores más íntimos, y que los sueños el reflejo de
nuestros deseos más oscuros. Algunas noches mis pensamientos recreaban
pesadillas, querían despertar aquel insomnio que me acompañaba en cada episodio
de mi vida. Sin razón de estar, se encontraba siempre a la espera de mi
compañía.
La habitación estaba iluminada, un
aroma a flores perfumaba el lugar y tu presencia estaba ahí sin faltar. Las
paredes pintadas de blanco parecían un lienzo que esperaban ser teñidas de
arte. El reloj marcaba las cinco de la tarde, hora en la que ayer podía sentir
que estabas a mi lado. El tiempo estaba congelado y parecía que un día había
pasado; sin embargo, ya hace dos años que tu cuerpo estaba enterrado. Boni aún
te busca, cree que juegas a las escondidas; en las mañanas corre por el jardín
esperando que salgas por ella para alimentarle, durante las tardes se la pasa
frente a la puerta moviendo su cola, esperando tu llegada para jugar a la pelota,
y en las noches me acompaña al pie de la cama, tratando de estar a mi lado
cuando en medio de la penumbra de la noche despierto a gritos mencionando tu
nombre, las pesadillas de tu muerte aún me persiguen.
Pero anoche, el sueño fue distinto, no
eran las pesadillas que acuchilladas despezaban mi cuerpo y al amanecer una
frustración invadía mi mente más el cansancio del poco descanso que obtenía.
Anoche soñé que escribías un poema para mí,
que entre tus versos me fuiste dibujando. El poema escrito en papel
añejo, sobre el sobre tenía un sello de lacre marcando una rosa y tu inicial a
un lado. Tus anécdotas contaban nuestra historia, mi silueta estaba en tus
letras y cada palabra era un camino a un mar de emociones que estaban ansiosas
de desbordarse en lágrimas. Esos relatos que eran solo nuestros, que compartías
conmigo durante las noches antes de caer dormidos, esos relatos que a lo lejos
solían traer una melodía incluida en la historia. Te sentí más cerca que nunca
y un beso que se posó en mis labios, pude sentir tu calidez y la ternura que te
caracterizaban cuando me contemplabas en la oscuridad de nuestra habitación.
Sin embargo, desperté a mitad de la
noche, y el poema no estaba en mis
manos. Una tormenta visitaba la ciudad, entre relámpagos, pequeñas luces que
entraban por la ventana interrumpieron mi descanso. Me pareció realmente tenerte
a mi lado, pero una noche más estoy sola en mi cuarto.
He perdido al único ser que con
admiración adoraba mis brutales virtudes y defectos, mis gustos extravagantes y
el humor bizarro que me mantenía de buenos ánimos. Pero eras muy curioso, y esa
noche en el sótano tu curiosidad te llevó a la muerte en mis brazos. No olvidaré tu última mirada, el último
suspiro, y tus últimas palabras – Enferma. – Así te gustaba llamarme,
porque no toleraste que en mis contenedores estuviera una parte de mis amores.
De todo lo soñado que eras tenías el defecto de arruinar las sorpresas, pues
esa noche encontraste tu contenedor, uno en especial con tu nombre tallado en
el metal, pues ahí tendría lo que más me encantaba de ti… el cerebro que era mi
cuenta cuentos, el poeta ideal.
La noche está cayendo y el perfume de
las flores se está desvaneciendo, muy pronto llegará mi nuevo elemento, un amor
de esos que conoces como sacados de un cuento. Boni corre por toda la casa,
está contenta con el nuevo compañero de juegos; espero este no sea tan curioso
porque le espera el fuego."
- Hablando sola.