jueves, 20 de abril de 2023

Las cartas de Naima - VI

Son las ocho de la noche, la tormenta se avecina...
Un arome a café y chocolate sale de la cocina, alguien ha servido una taza, sigue caliente, pero no hay nadie. El clima está frío, recuerdo cuando estabas a mi lado para darme calor, cuando acariciabas mi cabello hasta que me quedase dormida, y luego me llevabas hasta la recamara para descansar. Y aun así, todavía no era tu hora de dormir. Mientras yo descansaba en un profundo sueño, leías un libro cada noche hasta la madrugada, sé que siempre te levantabas alrededor de las 2:00 a.m., porque cuando quería abrazarte, no estabas a mi lado, curiosamente era a la misma hora todas las noches. La madrugada me dice que descanse, bebo la taza que está en la cocina, pareciera que la has preparado para mi. 
Miro tu retrato cada mañana para no olvidar tu rostro, pues se va poco a poco de mis memorias. Aún siento el olor de tu perfume, me ayuda a recordar, espero nunca se vaya. Julia pregunta por ti todos los días, le digo que estás de viaje, que no piensas volver aún, tu trabajo te mantiene ocupado. Ella siempre ha tenido un interés peculiar en ti. Te confieso que fue ella quién hizo que tú llamarás mi atención. 
Nunca entendí tu conexión con ella, esa facilidad de ponerse al día, ese lazo inexplicable que los volvía a unir luego de tantos años.  Siempre tuve rabia de eso, quería tener lo que ella tenía contigo, y aunque juraste tener ojos solo para mi, tu mirada hacía ella era inevitable, sabia que no eras mío... Me dolió aceptarlo. 
Recuerdo cuando hablabas de Julia, intentabas disimular, pero ella era aquel amor platónico que jamás podrías disfrutar. Tengo todas las cartas donde confesaste tu amor por ella, cartas que Julia nunca llegó a leer. 
Mi amado esposo ¿No era suficiente para ti? ¿Era necesario llegar a esto? ¿Por qué tu propuesta de casarnos tan repentina? ¿Era alguna venganza porque Julia si encontró al hombre correcto? Nunca tendré respuestas sobre ello. 
Recuerdo el día de tu partida, me confesaste que no sentías más amor por mi ¿En qué momento dejaste de amarme?. Portabas una camisa y pantalones negros, tus tenis porque no usabas zapatos formales, y una chaqueta de cuero café que lograría cubrirte del frío. Llevabas una maleta, guardaste todos tus escritos, tus poemas, tus historias sobre la vida cotidiana y la mitología. Me dejaste tus libros en recuerdo de tu memoria. Sabía que te irías con ella. 
No pude oponerme a tu partida, sentía una profunda tristeza, aun así me ofrecí a llevarte al aeropuerto. Era una noche tranquila, la carretera estaba sola, un profundo sueño cayó sobre ti, el chocolate que te dí antes de salir te estaba relajando. Cerré los ojos contigo. 

"05 de abril de 2019
ACCIDENTE EN CARRETERA AL AEROPUERTO.
Se desconoce la causa del accidente. Una pareja que se conducía camino al aeropuerto de San Sebastián perdieron el control de su vehículo ocasionando la muerte a uno de los pasajeros. La policía verificó la escena, al parecer uno de ellos estaba bajo el efecto de narcóticos por lo que se presume si esta fue la causa por la que perdieron el control [...]"

Fue una noche trágica, en la que solo tú falleciste. Nadie supo de tu muerte, todos creen que te has ido de viaje, que no regresarás porque decidiste olvidar todo y vivir tus sueños. Parece que Julia sospecha la razón de tu ausencia, parece que estaba acostumbrada a que le enviaras cartas, guardé todas las que pude, las que dejaste dentro de esa maleta. Le escribías cada noche, era tu razón de quedarte hasta las 2:00 de la madrugada. 
No te preocupes, ya tengo todo planeado, Julia no volverá a preguntar por ti. No, tampoco permitiré que estén juntos en esa vida más allá de la muerte.

La lluvia cae, el viento golpea la ventana, alguien toca la puerta, es Julia... He dejado el chocolate en la cocina, el aroma ha perfumado el lugar, son cerca de las 10:00 de la noche. Tus retratos están guardados. Julia está en casa, y sabes lo que eso implica...


miércoles, 7 de septiembre de 2022

Las Cartas de Naima - V

Hace mucho que no te escribo una carta, los meses han pasado y no olvido aquel último martes que despertamos juntos, cuando los primeros rayos del sol acariciaban nuestra ventana, y un manto de luz escarlata me despertó alrededor de las seis de la mañana, era un día tranquilo, las aves con su canto opacaban el sonido de los buses al otro lado del vecindario. Era todo paz. Tú estabas dormido a mi lado.

Hoy ya no existen esas mañanas, el chocolate se sirve cada día en la mesa, un pedazo de pan con mantequilla siempre están en tu plato preferido. Nunca hay nadie en casa ¿Hace cuánto que te has marchado?. El perro ladra hacia la puerta, parece que quiere buscar las mariposas, revolcarse con el césped bañado con el rocío de la madrugada, estoy segura que quiere jugar contigo. Al no tener respuesta el perro acostumbra a echarse a un costado mío dejando ir un suspiro... No sabía que los perros podrían suspirar. 

Este martes en especial, noté que mis libros estaban desordenados, me tomé el tiempo de ordenarlos por géneros literarios, un suave olor a libro viejo me sedujo a leerlo, acariciar sus letras, y dibujar con las yemas de mis dedos esa caligrafía perfecta que rotulaba el ejemplar. Al abrir el libro, cayeron unas fotografías, y aunque el color se estaba borrando, aún podía ver tu sonrisa, esa sonrisa que me hizo sentir un cosquilleo que no logro olvidar, tu mirada tan profunda en esos ojos cafés que tanto he adorado... 

Guardé las fotos en el mismo libro, ese que firmaste para mi con tinta roja, sabes que me encanta ese color. Eras todo un escritor extraordinario, creaste tantas historias, fui la base de muchos de tus personajes, siempre disfrutaré de todas tus creaciones, todos esos cuentos, novelas... tus cartas, esas letras tan intimas que eran solo para mi, me sentía exclusiva. Yo era tu más grande seguidora.

Las noches pasan, y extraño tu calor. Pero me quebraste cuando dedicaste a alguien más tus relatos... Sin embargo, aún conservo con mucho amor y recelo tu último fragmento. La historia de esa bella dama de ojos color miel, cabello largo y tez blanca, Merida era su nombre. Tan hermosa en persona, y tan dulce al tratarla. Sigue siendo una mujer encantadora ¿sabes?, y aunque a veces haga ruidos por las noches, la estoy cuidado por ti, duerme en una jaula de oro, y no te preocupes, la mantengo sana, le leo todas las noches, y cada mañana le doy de comer. ¿No era eso lo que querías? Está un poco dañada por que no se deja querer... Pero al final, eso no importa, tú estás muerto, y ella paga tus pecados...

Te sigo amando, y en tu tumba seguiré dejando cartas, siempre me dijiste que también tenía talento para la escritura, es una lástima que nadie lea mis cartas, tan creativas y conmovedoras, pues nadie sabe donde estás...

Con amor y siempre tuya, Naima.



sábado, 10 de octubre de 2020

Viejos desconocidos

“Han pasado ocho largos años desde que dejé el colegio. Recuerdo el último año, mientras yo esperaba entrar a la universidad, tú estabas a medias con el curso, a pesar de haber comenzado el colegio juntos, terminé por salir un año antes que tú. Los recuerdos aún estaban intactos.

Tres años después, la vida nos cruzó en un parque cerca de nuestras casas, estabas en tu deporte menos favorito, el fútbol nunca fue lo tuyo, y aun así practicabas arduamente cada tarde. Me senté a observar el cielo, esperando que te sentaras a mi lado, eso nunca pasó.

Un año después, te encontré en el supermercado, con tu camisa de botones negra y una blanca en su interior, mangas recogidas y pantalones azules. Siempre tuviste una forma peculiar de vestirte, a veces tan común y otras no tanto. Te gustaban las corbatas pero solo las utilizabas en la iglesia, tan fiel a una creencia que no tenía base, nunca discutí contigo sobre religión, pero sí sobre ciencia, política y economía. Eras tan severo con tus principios que acabaste rompiendo cada uno de ellos. Te aprendí a conocer tan bien, que incluso logré distinguir tu sarcasmo tan penetrado en tu actitud y cuando eras al natural, tan real y sensible. Te conocí en tu fragilidad y en tu fuerza, nadie te había puesto más atención que yo. No hablamos demasiado, quince minutos bastaron para ponernos al día, intercambiando números, no volví a verte en un buen tiempo.

Fielmente esperaba tu fecha de cumpleaños, cada siete de junio enviaba un mensaje de felicitación, año tras año, no obtenía respuesta alguna, aunque al final eso nunca me importó. Los días de colegio se mantuvieron un buen tiempo dentro de mi mente, hasta que al final las guardé en mis memorias, en aquel rincón donde dejo todo lo que alguna vez valió la pena. No tengo ninguna carta tuya, nunca escribiste para mí, mucho menos fotografías, la única que tuvimos se perdió en un festival del día de la independencia. Con el pasar del tiempo, dejé de enviarte felicitaciones.

Te encontraba en algunos de mis viajes a casa, me mirabas con cautela y en silencio, cinco segundos después tu mirada cambiaba de dirección, ya no reconocías a tu vieja amiga, tu antigua confidente. Te volviste más distante y el tiempo nos hizo cortar comunicación. ¿Habré hecho algo malo?

Los años volvieron a pasar y se volvieron cuatro… Nos encontramos en un centro comercial, nuestras miradas se cruzaron y nos logramos identificar, parece que tomaste el valor de darme unas palabras, pues fue la conversación más larga de todos estos años, treinta y cuatro minutos exactos y relatamos nuestra vida completa. No cambiaste nada, seguías siendo el joven colegial que conocí a mis catorce años, el mismo corte y forma de vestir. Tus grandes ojos negros aún tenían esa energía, y aunque dijiste estar agotado, te vi con la misma aura de aquellos años. Nuestras vidas cambiaron como era de esperarse. Sentaste cabeza y eres un padre de familia, tienes al hijo que siempre quisiste, recuerdo que anhelabas ser un padre, de esos que nunca abandonarían a un hijo como lo hizo el tuyo. Volvimos a cambiar números, y nuevamente no he vuelto a saber nada de ti… la costumbre del destino de perder a dos viejos desconocidos en la rueda de la fortuna llamada vida” 

lunes, 5 de octubre de 2020

Las Cartas de Naima - IV

 

“Los meses han pasado y no he vuelto a recibir una carta tuya, ni una flor, ni una esperanza de tu regreso. Hace ya muchas noches que dejaste de visitarme, de acompañarme con tu calidez y una buena taza de café, entre cuentos de buenas noches y reflexiones de las dos de la mañana ¿Qué ha sido de ti?

La librera tiene espacios vacíos, faltan tus historias de guerras, religión y política, tan bien que se te daba el debate y el diálogo de tales temas. El polvo decora la soledad de los estantes y mis libros se sienten olvidados ¿Dónde estás?

La luna pregunta tu paradero,  se me acaban las excusas. Cada noche deslumbra de gala con las estrellas para darte una sorpresa, se decepcionan cuando encuentran tu ausencia a la cita ya predispuesta. A mi me hacen a un lado, dicen que no te cuidé muy bien, que te dejé en el olvido y por eso te has marchado ¿Qué saben ellas de lo que he hecho por ti?

He encontrado tus fotografías y aunque no sean muchas, están guardadas en un cajón de madera, tu imagen se ha ido borrando poco a poco, tu firma al reverso y la fecha se están desvaneciendo. No está quedando registro ni de tu rostro. Tus cartas pierden su tinta, las letras se están muriendo, sienten la falta de su creador. Ya no tiene sentido leerlas, me carcome el corazón, y entran ganas de vomitar. ¿Por qué no estás?

Hace varias semanas dejé de buscarte, asumí mi perdida y he estado sumida en la soledad de mi habitación. En la penumbra de la noche, camino por los corredores tratando de encontrarte en alguna habitación de esta gran casa, quizá juegas a las escondidas y quieres asustarme, te gustan las bromas pesadas y sabes que aunque llore de un susto, puedo soportar cualquier cosa. ¿Por qué ya no juegas conmigo?

He visitado tu vieja casa, ha estado sola por mucho tiempo, riego las plantas y ordeno el correo; hace varias semanas se han llevado a tu perro, el pobre te esperó por mucho tiempo que la falta de alimentación y agua lo estaban matando, perdóname por no cuidarlo por ti, pero antes de tomarlo a mi cuidado, alguien más lo había hecho. Tu habitación está tan fría como siempre, con tu perfume intacto y tus viejos escritos a un lado del escritorio. ¿Volverás?

Las mañanas de octubre susurran tu nombre a través del viento y la oscuridad busca tu silueta por cada callejón. Cada día salgo en busca de alimento a mi esperanza, pero recuerdo que no volverás, que tu recuerdo se está yendo, y que tu alma se despide con un beso en cada sueño… Duermes eternamente en aquella caja de madera que hice especialmente para ti, enterrado en un viejo parque al que nadie visita."

martes, 15 de septiembre de 2020

Las cartas de Naima – III


“Entre viejas cartas mis recuerdos estaba guardando. Te busqué en mi pasado y vagamente tu apellido he recordado, tu rostro se hace borroso, pero aún en mis sueños puedo reconocer tu silueta. ¿Dónde estás, y por qué te estoy olvidando? ¿Será que la soledad está consumiendo lo único que quiero recordar?... Es cierto, hace mucho que te marchaste.

Hace unas semanas en mis sueños te ví corriendo, sabía que me buscabas y en pequeños espacios te detenías a observar el panorama, al no encontrar nada y seguiste tu camino. Bajo la luz de un faro, mi figura te estaba esperando, sin poder mover mi cuerpo, tu nombre estuve gritando. Te perdiste en la oscuridad y el ruido de tus pasos se fue desvaneciendo.

Poco a poco esos sueños fueron cambiando, sin embargo, tu presencia sigue aquí, el olor a tu perfume está impregnado en mi habitación. Las flores que alguna vez me obsequiaste están en un libro, secas y sin perder su aroma. Tengo cada regalo, hasta unas hojas del parque en donde solíamos caminar por las tardes. Que buena época tuvimos juntos.

Encontré a tu viejo amor de primavera, está muy cambiada, tiene el cabello largo y teñido de color miel. Esos ojos que adorabas aún tienen su encanto. Al parecer no tiene a nadie, creo que tampoco logra olvidarte. También ella te ha escrito y tuve el cinismo de leer las letras que ella con tanto cariño escribió para ti. Es una aficionada, no tiene la delicadeza para trazarte en el arte de la escritura, no se detiene a leer lo que sus manos y el poco potencial de escribir han hecho; lanza sus ideas y se trasforma en un cliché. Sé que no te gusta que sea muy crítica con ella, pero ¿Qué esperabas? Me pidió una opinión, fui tan sensata que rompí sus cartas. Quiere ir a buscarte, iba por el camino equivocado, le di una pequeña ayuda para que veas todo el amor que aún te tengo que dejo que ella se encuentre contigo.

El guardia del cementerio me aseguró que ambos cuerpos pueden estar juntos, llevé unas flores para adornar el momento. Tienen tanto en común, que al igual que tú, Adeline también me dedicó su último suspiro.”

 

viernes, 4 de septiembre de 2020

“Mutatio”

Hace un  tiempo que no escribo sobre mí. Sobre los últimos acontecimientos que me han llevado hacia la libertad. Sobre aquellos sensaciones inexplicables de paz y tranquilidad.

Hace unas semanas que abandoné mi vieja rutina para comenzar una nueva, y esta vez ya no estoy sola. Mis padres teniendo meses sin hablar entre ellos, aún con la noticia no se dirigieron la palabra. Mi papá con toda la serenidad que le envestía, su mirada de profunda tristeza lo delataba, pues una de sus hijas se marchaba; Mi madre en absoluta negación, creyó que solo era una formalidad, que tomaría su tiempo para accionar. Su razonamiento equivoco la llevó a un colapso emocional, pues su mano derecha, su pájaro enjaulado se iba a liberar… y así fue, en poco tiempo  me desplacé de lugar.

Los días han avanzado y el olor a café por las mañanas se ha hecho presente y aunque no beba ni un sorbo, sirvo el café en una taza blanca todos los días alrededor de las 6:30 y 7:00 de la mañana; excepto los domingos, esos días dejamos caer nuestros cuerpos con profundo descanso de una semana llena de tareas, trabajo y quehaceres. Tomando un desayuno a las 12:00 del mediodía.

Cambié de casa pero no de hogar, mi hogar siempre ha estado en él. Tener un compañero de vida es completamente nuevo, un verdadero cambio. Pasar de despertar sola en la frialdad de mi cama a despertar en unos brazos cálidos que durante la madrugada se aferran a mi cuerpo como protegiéndome de algo, y ¿saben? Es algo realmente tierno.

La rutina ya no era de una persona, se ha vuelto de dos. Ya no desayuno sola, los almuerzos se han vuelto más pasables y ya puedo cenar con tranquilidad. Nuestra hija canina es más juguetona y aunque no la deje subirse a la cama, siempre llega a despertarme por las mañanas.

Durante sus días más cansados, cae dormido en poco tiempo y me agrada observarle, saber que  a mi lado puede recuperar un poquito de energía. Se mira tranquilo, y muy dulce cuando duerme. En algunas ocasiones ha perdido la noción del tiempo creyendo que es el día siguiente, o durante la madrugada se levanta pensando que ya es tarde; su vida es muy pesada y aunque tenga sus ocupaciones ahí estoy a su lado, tratando de comprender cómo logra manejar tantas cosas a la vez. Francamente le admiro mucho.

A veces soy demasiado intensa con mis emociones, a veces muy sensible y otras veces demasiado enérgica; teniendo mis episodios de crisis, y aún con todo su cansancio, se sienta a mi lado para abrazarme. Nos quedamos en silencio o conversamos sobre todo y nada, siempre dice que la base de una buena relación es la comunicación, y tiene mucha razón.

Estamos a pocas semanas de cumplir cinco años, y aunque se complicó el año pasado, aquí estamos, saliendo a flote porque cada uno sabe que esto vale la pena. Estando bajo un mismo techo no será sencillo darle sorpresas como antes, pero alguna cosa se me podrá ocurrir. Él es alguien que merece toda la felicidad, merece ser tan feliz tal y como yo lo soy a su lado. Sintiéndome completa, ya no somos dos, somos uno solo.

Dejé de hablar sola.

 

 

 “Quiero que seas lo primero que vea en las mañanas y lo último que mire cada noche” – Víctor Ventura.


miércoles, 19 de agosto de 2020

Las cartas de Naima - II

 

“Dicen que las pesadillas son la muestra de nuestros temores más íntimos, y que los sueños el reflejo de nuestros deseos más oscuros. Algunas noches mis pensamientos recreaban pesadillas, querían despertar aquel insomnio que me acompañaba en cada episodio de mi vida. Sin razón de estar, se encontraba siempre a la espera de mi compañía.

La habitación estaba iluminada, un aroma a flores perfumaba el lugar y tu presencia estaba ahí sin faltar. Las paredes pintadas de blanco parecían un lienzo que esperaban ser teñidas de arte. El reloj marcaba las cinco de la tarde, hora en la que ayer podía sentir que estabas a mi lado. El tiempo estaba congelado y parecía que un día había pasado; sin embargo, ya hace dos años que tu cuerpo estaba enterrado. Boni aún te busca, cree que juegas a las escondidas; en las mañanas corre por el jardín esperando que salgas por ella para alimentarle, durante las tardes se la pasa frente a la puerta moviendo su cola, esperando tu llegada para jugar a la pelota, y en las noches me acompaña al pie de la cama, tratando de estar a mi lado cuando en medio de la penumbra de la noche despierto a gritos mencionando tu nombre, las pesadillas de tu muerte aún me persiguen. 

Pero anoche, el sueño fue distinto, no eran las pesadillas que acuchilladas despezaban mi cuerpo y al amanecer una frustración invadía mi mente más el cansancio del poco descanso que obtenía. Anoche soñé que escribías un poema para mí,  que entre tus versos me fuiste dibujando. El poema escrito en papel añejo, sobre el sobre tenía un sello de lacre marcando una rosa y tu inicial a un lado. Tus anécdotas contaban nuestra historia, mi silueta estaba en tus letras y cada palabra era un camino a un mar de emociones que estaban ansiosas de desbordarse en lágrimas. Esos relatos que eran solo nuestros, que compartías conmigo durante las noches antes de caer dormidos, esos relatos que a lo lejos solían traer una melodía incluida en la historia. Te sentí más cerca que nunca y un beso que se posó en mis labios, pude sentir tu calidez y la ternura que te caracterizaban cuando me contemplabas en la oscuridad de nuestra habitación.

Sin embargo, desperté a mitad de la noche, y el  poema no estaba en mis manos. Una tormenta visitaba la ciudad, entre relámpagos, pequeñas luces que entraban por la ventana interrumpieron mi descanso. Me pareció realmente tenerte a mi lado, pero una noche más estoy sola en mi cuarto.

He perdido al único ser que con admiración adoraba mis brutales virtudes y defectos, mis gustos extravagantes y el humor bizarro que me mantenía de buenos ánimos. Pero eras muy curioso, y esa noche en el sótano tu curiosidad te llevó a la muerte en mis brazos.  No olvidaré tu última mirada, el último suspiro, y tus últimas palabras  Enferma. – Así te gustaba llamarme, porque no toleraste que en mis contenedores estuviera una parte de mis amores. De todo lo soñado que eras tenías el defecto de arruinar las sorpresas, pues esa noche encontraste tu contenedor, uno en especial con tu nombre tallado en el metal, pues ahí tendría lo que más me encantaba de ti… el cerebro que era mi cuenta cuentos, el poeta ideal.

La noche está cayendo y el perfume de las flores se está desvaneciendo, muy pronto llegará mi nuevo elemento, un amor de esos que conoces como sacados de un cuento. Boni corre por toda la casa, está contenta con el nuevo compañero de juegos; espero este no sea tan curioso porque le espera el fuego."




- Hablando sola.